El martirio electorero, en NOFM, abril 2015

Me pidieron un texto de opinión personal para NOFM (un proyecto que me encanta) sobre las elecciones de 2015. Publicado el 13 de abril de 2015.

El 19 de abril  se publicó en Aristegui Noticias una investigación de la periodista Laura Castellanos en la que sacaba a la luz la masacre acontecida en la madrugada del 6 de enero de este año en Apatzingán, Michoacán.Tras leerlo, de inmediato recordé lo que pasó en Tlatlaya y Ayotzinapa. Ese mismo día de abril, en el Eje 10 hubo una manifestación de vecinos de Santo Domingo Coyoacan que denunciaban las desapariciones de niños en la zona.

Pensar en elecciones en un país en el que no hay estado de derecho resulta un masoquista ejercicio de ficción. Nunca he entendido bien qué es la democracia cuando se habla de México como país democrático. Las narrativas oficiales chocan cada día más con la cruda realidad que nos golpea a diario hasta noquearnos.

Hace días me llegó un paquete con mochila, camiseta, termo, lápiz, goma, pluma, regla, pulseras, reloj, libreta y dos “libros pedagógicos”. El Partido Verde “Ecologista” había logrado entrar. Me bombardean en el cine, la radio, twitter y ahora cruzan mi puerta, contaminan mi espacio.

Me sé de memoria la tonadita de movimiento naranja. Detesto el ¿a poco no?. Difiero con que “morena sea el camino” como si existiera un camino único y que pase a través de un partido. Apago la radio con la madre que “se rompe la madre”y el “ser maestro” de tal partido que me remite a Elba Esther. Y no puedo, de verdad no puedo, con el cinismo de los anuncios del PRI. Ni el INE, ni los partidos inspiran confianza, mucho menos esperanza. Tengo 23 años y ya albergo una profunda desilusión, un sentimiento de desamparo. No es gratuito: solo hay que ver cómo se hacen las campañas, lo que nos cuestan; el observar cómo se llevan a cabo las elecciones y cómo es que los candidatos llegan al poder y qué hacen durante su gestión y cómo —y con cuánto— salen de su puesto. No les creo.

Lo común en mis círculos es escuchar que no van a votar para no legitimar a las elecciones o a los partidos. Algunos hablan de hacer un boicot. Comparto sus ideas pero considero que para hacer un boicot se necesita una mayor organización. Si bien muchas partes del país no están en condiciones para llevar a cabo elecciones, el no votar tampoco creo que sea la gran solución. Por otro lado difiero con quienes te condenan: “si no votas gana el PRI”, como si fuera mi culpa. Si no voto puede ser porque los partidos me ofrecen muy poco, o nada; porque son de la misma escuela priísta aunque se pinten de otro color —claro que hay de todo en todas partes, pero el sistema partidista está podrido—, y entre la gama cromática de la podredumbre, no me da la gana elegir.

Una buena noticia es que ya existen las candidaturas independientes —pese a las enormes dificultades por la que tienen que atravesar quienes aspiran a tales— , en medio de la bochornosa publicidad de partidos, es sin duda un aire refrescante.  Pero… ser independiente no es garantía —por supuesto— de algo. Desde mi punto de vista, lo mejor que puedo hacer es analizar a todxs los candidatxs.  Mirar trayectorias y propuestas con cuidado para después decidir si es que voto o si anulo —en ese caso planeo ir a formarme, perder el tiempo, y a anular.

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Por último, creo que es bueno voltear a ver lo que el pueblo purépecha de Cherán ha logrado tras expulsar a los partidos políticos.  Entiendo perfectamente que donde habito es un lugar que tiene millones de habitantes —no le pido peras al olmo— y muy distintas condiciones geográficas, políticas y culturales que Cherán… o que Islandia, o que los caracoles de la selva chiapaneca o en los pueblos menonitas. Pero creo que hay que voltear —casi por salud mental— a ver lo que se ha logrado en otros lugares y cómo han sido esos procesos.